Afirman en TikTok que los clubes de running son ya mejores que las aplicaciones de citas. Y ya se sabe, TikTok solo dice la verdad o lo que está a punto de serlo. Una vez generalizado el síndrome conocido como fatiga de Tinder, esa frustración que llega tras pasarse el juego una y otra vez sin encontrar nada potable en el mercado, se asume que seguir ahí conlleva un riesgo alto de equivocarse o de ser carne de ghosting, una práctica lamentable pero conveniente, que según una investigación de la Universidad de Georgia es más dolorosa que el rechazo directo.
En una reciente encuesta de Savanta, una consultora de mercados basada en Londres, más del 90% de los miembros de la generación Z dijeron estar frustrados con estas apps. Mientras que un informe del Pew Research Center detectó que un 44% de los usuarios de las apps de ligar buscaba una pareja estable, y cuando esas expectativas se frustraban una y otra vez la sensación era “muy desalentadora”.
Despidamos pues a Tinder (y a otras de su especie) con honores de caído en combate. Agradezcamos los servicios prestados y pasemos a otra cosa. Según parece, las apps de compartir entrenamientos y los clubes de running son la versión IRL (in real life, en la vida real, para los neófitos) de las apps de citas.
Una sesión de entrenamiento no es un espectáculo aesthetic para ser publicado, según los códigos imperantes. Las caras están sudadas y la boca abierta y sin aliento. Publicar las rutas por donde uno corre obliga a cierta privacidad por razones de seguridad. Ambas circunstancias han sido, contra todo pronóstico, una bendición, y el motivo por el que los usuarios de apps como Strava, donde se comparte el progreso de las sesiones de running, tienen pocos y selectos seguidores. Se crea una comunidad más íntima que la de Tinder, pero también que la de Vinted o LinkedIn, por mencionar dos plataformas que suelen mutar con bastante frecuencia al ligoteo.
En los clubes de running no hay que romper el hielo, todo el que está allí tiene, al menos en teoría, un interés común. Y eso ya revela algún dato sobre los implicados. Además, correr al lado de alguien da información relevante sobre su olor, su talante, su educación y sus gustos. Si luego hay cañas o cenas, una actividad social que suelen estimular los clubes, se aprende mucho más: cómo come, cómo habla, cuánto bebe y cómo trata a los camareros.
Competición de duatlón por equipos Triboost, en Madrid.
Competición de duatlón por equipos Triboost, en Madrid.Triboost
“Acabo de empezar, estoy en mi primera semana”, cuenta Andrea (nombre ficticio) que le dijo a un compañero de carrera que se acercó a correr con ella: “No voy a poder seguirte el ritmo”. Él contestó impertérrito: “No importa, estoy en mi día de descanso, puedo ir a tu paso”. Según Andrea, este sería un modo clásico de entrar. Otro gran momento es el enfriamiento, al final de la carrera cuando todos, avanzados y novatos, empiezan a bajar pulsaciones, se encuentran y por fin están en condiciones de hablar. “No suele haber un disparo directo, sino una charla insustancial que luego puede evolucionar o no”, dice Andrea. Lo de toda la vida antes de Tinder.
Andrés Toledo dirige desde hace ocho años el club Triboost con sedes en Madrid Río, el parque de Berlín y Vallehermoso. Dice que, en el cuestionario de solicitud, entre un 20% y un 30% de los miembros ya dice que su principal motivación es “conocer gente”. Toledo los identifica rápido. “Suelen ser los más activos en los foros y los primeros en pedir actividades extra los fines de semana, o cenas y cañas después de los entrenamientos. Somos 320 en el club, conectados por una app. Parece mucha gente pero es un grupo más seguro que el universo de una app de citas”.
Antonio Brunete, director de The Run Club, que funciona en Madrid Río, Retiro y Móstoles, advierte de que su club “tampoco es First Dates”. “En seis años han surgido seis parejas”. Y matiza: “Que yo sepa”. Lo que sí sabe es que se abren grupos de WhatsApp y se organizan cenas, vacaciones y viajes. “Muchos vienen a conocer gente pero no específicamente a buscar pareja”. Brunete reconoce que quedar a ciegas es “muy duro”. “Si han entrenado juntos, al menos se puede intuir si habrá o no conexión”. Ambos dicen que potencian el lado social de sus clubes. “Más que a correr, la gente viene a pasárselo bien”, concede el director de Run Club.
Estos clubes son una zona neutral para los solteros. Todos están allí con un objetivo de entrenamiento que les sirve de coartada cuando un intento de apareamiento no funciona. Hay menos peso y presión que en una app de citas. Si la cosa no va bien no hay que sentirse un fracasado, simplemente estás allí con otro propósito. Conocer a gente es un plus, pero prepararse para la maratón es lo tuyo.
Andrés Toledo tiene algunas dudas. “Las rupturas son la cara b de esta historia, una auténtica trampa para los clubes. Si es dramática se forman bandos, la gente se posiciona: quién debe irse, quién debe quedarse. Al final siempre sale uno y, alguna vez, he visto irse a los dos”.
Para Toledo, la celebración posterior a una carrera es el momento crítico. “Si has cumplido tu objetivo de entrenamiento, la autoestima y la confianza estarán por las nubes. Estás feliz, te mereces todo y te lanzas. Así he visto nacer relaciones largas, pero también historias de una noche”, confirma. La ciencia tiene una explicación para este subidón. Terminas la carrera con el cerebro inundado de endorfinas, una hormona que alivia el dolor, reduce el estrés y mejora la sensación de bienestar. Por si fuera poco, y según un estudio de la Universidad Johns Hopkins de Medicina, correr dispara los niveles de endocanabinoides y esto termina de hacer la magia; la ansiedad se esfuma, te invade una sensación de paz y tranquilidad y estás de muy buen humor. ¿Qué puede salir mal? ¿Y si sale mal, qué más da?