Una civilización, cualquiera, empieza siempre con un hombre hablando. A veces en un desierto y a veces en un púlpito. O en una tribuna. O ante un micro Shure para podcast. Cuando un hombre habla, aparentemente seguro de sí mismo, algo cambia. Y así la arena mesiánica que trazó nuestras primeras fronteras se orilla hoy en las playas de TikTok, donde hombres nuevos hablan, y hablan, y hablan, y dicen cosas como: “Entro a una cafetería, miro a un lado y veo a gente desayunando un croissant con fucking café, miro al otro lado y veo panza, miro al otro lado y veo panza, un mileurista, otro mileurista, ¡fuck!”.
Youtube, Twitch y las redes sociales se han llenado de gurús hipertestosterónicos que, navegando los pantanos de la autoayuda –desde el culto al cuerpo a la asesoría financiera extrema–, prometen una vida mejor, más autosuficiente y más macha a una audiencia joven y por lo general sugestionable. ¿Qué está pasando para que evoluciones disparatadas de Frank T.J. Mackey, el conferenciante de ultramotivación misógina al que daba vida Tom Cruise en Magnolia –“respeta la polla”–, proliferen como ciberoráculos? ¿Se convierten por arte de magia los culturistas atolondrados de Dolor y dinero en autoridades de algo –de lo que sea– por el simple hecho de tener un micro de podcast delante? ¿En qué punto se toca la cultura del fitness con el anarcocapitalismo salvaje? Estas y otras son las preguntas que emergen en la conversación pública como venas en el cuello de un halterofílico al límite del fallo cuando, de repente, Internet empieza a poblarse de menores de edad pagando dinero por asistir a sesiones de coaching anabolizado.
Burpees para los panzas
“Nunca ha existido en la faz de la tierra un hombre de verdad con una panza. Me da absolutamente igual el dinero que tenga, no es un hombre, porque un hombre es un líder, una mujer es una líder, y ambos si tienen una panza, no lo son. ¿Qué le están diciendo al mundo cuando van andando con su panza? Así es como tenéis que trataros a vosotros mismos porque con este respeto me trato yo: con ninguno”. La cita corresponde a Amadeo Llados –su apellido es Lladós, pero él se hace llamar Llados–, autocaracterizado en redes como el influencer millonario que odia a los pobres.
Llados es un muchacho madrileño de familia acomodada que estudió en un colegio privado y probó suerte de adolescente en las motos de competición. No le salió bien y se matriculó en Periodismo por una universidad privada. Dejó los estudios en el último año de carrera. A partir de ahí se fue a Australia a construir el relato que hoy enarbola como origin story de su personaje de Internet. “Pasé de fregar platos a coleccionar Lambos”, dice (los Lambos son Lamborginis). Según el relato de Llados, en las Antípodas se sometió a una autoexplotación intensiva –presumía de trabajar los siete días a la semana, sin descanso– de la que nació un übermensch digital.
A partir de ahí se creó una identidad en la red como entrenador personal y se mudó a Estados Unidos, donde rápidamente pivotó de la creación de contenido gymbro al coaching extremo. Ahora es un profesor de vida: ofrece mentorías a través de su web (Tu1millon) para “escapar del sistema” y ser “la persona que admiras y respetas”. Si le das dinero –puedes convertirte en afiliado de su comunidad a cambio de 50 euros al mes y también obtener acceso vitalicio a un entente llamado “Club Jefazos” por 1.000 euros– entras en una red de supuesto aprendizaje personal vía clases de Zoom en las que Llados exprime su filosofía. Esta está basada fundamentalmente en insultar a los jóvenes que le pagan llamándolos “panzas”, “vagos” e “inútiles” como método de motivación para, acto seguido, recomendarles levantarse temprano, comer batidos, hacer muchos burpees y trabajar a destajo –despreciando vacaciones y descansos– como receta de éxito.
Los afiliados de Llados, a cambio de esa suscripción de 50 euros, no solo reciben mentorías lacerantes, sino que pasan a formar parte de una red de captadores. Para ello, se crean cuentas paralelas en redes sociales destinadas a resubir contenido de su ídolo y, por cada nuevo suscriptor que a Llados le llegue referido por un enlace de esas cuentas, los captadores obtienen un 30% de comisión que les es ingresado directamente a través de PayPal, sin factura. Él mismo explica su sistema en un vídeo donde promete ganancias de 1.000 euros al mes a sus seguidores a cambio de 30 minutos de trabajo al día.
Puedes convertirte en afiliado de la comunidad de Llados por 50 euros al mes y también obtener acceso vitalicio a un entente llamado ‘Club Jefazos’ por 1.000 euros, entrando en una red de supuesto aprendizaje personal vía clases de Zoom
¿Afiliación o estafa?
Varios antiguos afiliados de Llados, como el youtuber Álvaro Rojo, han dicho sentirse estafados por sus mecánicas. Él se defiende comparando su sistema con los de grandes multinacionales. “No es una estafa piramidal, se llama marketing de afiliados, lleva la tira de fucking años, Amazon lo hace, eBay lo hace”, asegura. También los acólitos de Llados defienden su sistema. Uno de sus alumnos cuenta con orgullo en un vídeo viral cómo llegó a invertir decenas de miles de euros en sus cursos. “Han sido más de 20.000 pavos que le he pagado para seguir pegándome a él, porque estoy aquí gracias a ese hombre y a todo lo que me ha enseñado. (…) No soy un subnormal. Si miras mi vida y mi YouTube, solo he crecido”, se explica este cliente satisfecho. En una entrega reciente del programa de LaSexta Equipo de investigación, uno de los suscriptores de Llados, de 18 años, reconocía haber dejado los estudios porque depositaba sus esperanzas de hacerse rico en el marketing de afiliados. El mismo joven admitía en el minuto 53 del programa haber ganado 15 euros el último mes con ese sistema sin aparentes signos de preocupación.
La fórmula de éxito de Llados se basa en insultar a los jóvenes que le pagan llamándolos ‘panzas’, ‘vagos’ e ‘inútiles’ como forma de motivación para, acto seguido, recomendarles levantarse temprano, comer batidos, hacer muchos burpees y trabajar a destajo
Lo cierto es que hablar de posibles ilícitos cuando existen personas agradecidas de pagar cantidades astronómicas por consejos de fitness entreverados de insultos motivacionales es meterse en arenas movedizas. Preguntado sobre las características que definen las estafas piramidales, el abogado penalista Javier Reguera, especialista en este tipo de delitos, explica a este medio que “en los fraudes piramidales, lo habitual es que los autores se sirvan de una gran puesta en escena para crear su red de clientes y potenciales víctimas, que entregan capital bajo promesa de gran rentabilidad, sin que existan después actuaciones que generen esa rentabilidad, utilizando otros artificios para devolver el capital como el abono de esa ganancia prometida a los primeros inversores con el capital entregado por los últimos en llegar”. Ese aparente rédito, en palabras del letrado, “incrementa los clientes y el capital recibido, aumentándose las necesidades de nuevos ingresos para abonar esas aparentes ganancias, alcanzando una situación en la que la apariencia de negocio rentable es insostenible”.
El psicólogo Ramón Nogueras, autor de libros como Por qué creemos en mierdas o el más reciente Por qué pollas haces eso (ambos publicados con Kailas Editorial), se ha labrado en los últimos años una carrera como divulgador intentando explicar los dispositivos mentales que operan cuando las personas racionales caen en trampas del todo irracionales. A la pregunta de si existe algún vínculo entre los mecanismos que condicionan fenómenos como el fanatismo de una secta y los seguidores de esta clase de coaches carismáticos, responde: “Sin duda alguna, los procesos psicológicos en ambos casos son similares o idénticos. En los dos casos se produce un moldeamiento gradual, que vemos en diferentes procesos de radicalización. De hecho, hay un importante refuerzo y control social por parte del grupo, se hacen esfuerzos por separar del exterior (llamando a los demás fracasados en este caso), y la inmersión en el grupo se realiza por aproximaciones sucesivas”.
En los fraudes piramidales, lo habitual es que los autores se sirvan de una gran puesta en escena para crear su red de clientes y potenciales víctimas, que entregan capital bajo promesa de gran rentabilidad, sin que existan actuaciones que la generen
Javier Reguera
— abogado penalista especializado en estafas
La pastilla roja de la misoginia
Amadeo Llados es solo la punta del iceberg de un ecosistema de masculinidades tatuadas que hablan a cámara como si atesoraran las esencias del crecimiento personal en un tarro de crecepelo. La base la pusieron figuras internacionales como Andrew Tate, exboxeador de extrema derecha que alcanzó los 100.000 suscritos con su red de cursos motivacionales –actualmente está encarcelado en Rumanía por una presunta red de trata–, o Wes Watson, extraficante de marihuana que ha convertido su historia de superación penal en un refuerzo de autoridad como maestro del fitness. Ahora en España proliferan cuentas de TikTok como Dimitrov Teamsales, protagonizada por imberbes trajeados que entendieron El lobo de Wall Street al revés, o podcasters del estilo de Tomy Luxury, cuyo canal de YouTube está encabezado por el lema “masculinidad, dinero, psicología”, tres palabras temibles por separado y que en conjunto son capaces de provocar un invierno nuclear de la vergüenza ajena.
Todos ellos forman parte de la llamada manosfera, comunidad virtual de masculinidades heridas que buscan reforzarse mutuamente compartiendo penurias dentro de ese inmenso campo semántico de la testosterona que va desde la paleoalimentación basada en carne cruda hasta la impugnación obsesiva del feminismo, pasando por unos cuantos consejos sobre ciclos y trading. Elisa García-Mingo, profesora de Sociología en la Universidad Complutense y coautora junto a Silvia Díaz Fernández del trabajo de investigación Jóvenes en la manosfera, nos aporta un poco de luz en la caverna. La académica sitúa el origen del fenómeno en los pick-up artists, los gurús de la seducción como Álvaro Reyes o Mario Luna que daban clases de ligue a hombres de habilidades sociales insuficientes, llegando a rozar la frontera del consentimiento en muchas de sus recetas de cuestionable brujería. “Esos gurús han ido evolucionando, creando pequeñas comunidades cerradas como la Red Pill, en las que no solo venden métodos de seducción sino la idea del hombre hecho a sí mismo”, informa por teléfono esta doctora en Sociología.
La comunidad Red Pill es una enredadera infinita de ideología misógina que nació donde nace todo lo malo, en subforos de Reddit y 4Chan, como reacción a la cuarta ola feminista y en defensa de unos derechos supuestamente marginados por el mainstream: los famosos (música de trompetas wagnerianas) derechos de los hombres. A través de foros, podcast, blogs, webs especializadas y los grandes olvidados del éxtasis vírico, los canales de Telegram, hordas de jóvenes confusos se mezclan con sociópatas, oportunistas y activistas de extrema derecha para consolar a las masculinidades amenazadas por las últimas campañas feministas del gobierno de turno, las nuevas películas de Marvel protagonizadas por superheroínas o lo que toque; además de ofrecer consejos sobre cómo vestir, cómo invertir tu dinero o cómo ligar (volvemos a Tom Cruise en Magnolia: “respeta la polla”).
Los gurubrós proteicos de las finanzas que han emergido al calor de la filosofía “mentalidad de tiburón” son, en esta escala evolutiva, la última metamorfosis, como si del tránsito de un villano de Bola de Dragón se tratara. Primero fueron los gurús de la seducción –el gran Buu gordo–, después se juntaron con los gymbros del fitness –Super Buu de rosado six-pack en la barriga– y por último una combinación de estos dos grupos más los criptobrós de las inversiones en BitCoin –la última e hipermusculada fase de Buu, tras absorber a sus enemigos–, prueba de que las masculinidades tóxicas se adaptan al entorno digital como los más sofisticados depredadores de la jungla. Ante el resquebrajamiento del macho muy macho como faro en la cultura contemporánea, la reacción asoma y “life finds a way”, igual que los dinosaurios asesinos de Jurassic Park.
Consuelo para la masculinidad Forocoches
La socióloga García-Mingo atribuye a la aparición de redes nuevas como TikTok y al malestar general derivado de la precariedad y las incertidumbres de un mundo en crisis permanente esta unión de fuerzas de los universos bro. A la luz de las audiencias púberes de estos influencers y de los resultados del último CIS sobre percepciones en igualdad de género, en los que vemos que el 51,8 % de los jóvenes de 16 a los 24 años cree que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”, es inevitable preguntarse si estas apisonadoras mediáticas no ayudan a pavimentar una nueva edad de oro de la ideología glandular.
En Culpables hasta que se demuestre lo contrario, un estudio de 2024 confeccionado por García-Mingo junto a otros dos investigadores, Nerea Boneta-Sádaba y Sergio Tomás-Forte, se arrojan respuestas inquietantes sobre la percepción de los adolescentes españoles en esta cuestión. “Hay mucho malestar. Los chavales jóvenes perciben que ser hombre es malo, que ser hetero es malo y que los hombres son culpables hasta que se demuestre lo contrario. El discurso de ‘ahora parecemos todos violadores’ ha calado en ellos. Estos gurús que han emergido ahora les ofrecen soluciones simples, fáciles; les dan respuestas y les interpelan. ¿Por qué tienen una audiencia tan masculina estos podcasts y estos youtubers? Porque la masculindad hegemónica se basa en que el hombre es autosuficiente, proveedor y ostenta la autoridad racional. Hablamos de masculinidad Forocoches: un buen carro, un buen sueldo y un buen pene”, explica García-Mingo.
Puede parecer paradójico que los eslabones más débiles de la cadena alimentaria patriarcal se sientan más interpelados por un coach hipertrófico que les llama gordos y les insta a hacer burpees y a ser alfas en lugar de betas antes que por el feminismo, cuyo propósito de demolición patriarcal, sobre el papel, les libera de la exigencia de asumir roles supradominantes y competitivos. García-Mingo, sin embargo, no lo ve contradictorio. “Los insultos, los retos y las provocaciones forman parte de un código muy masculino de relacionarse. Cuando Amadeo Llados insulta a su audiencia, está haciendo el papel del entrenador deportivo o el mentor que busca sacar un diamante del barro. En el fondo, esos espectadores se sienten interpelados, y cuando te sientes interpelado, te sientes atendido, te sientes mirado, mientras que el relato feminista les hace sentirse ‘no mirados’, les hace sentirse invisibilizados”, dice la investigadora.
El psicólogo Ramón Nogueras, por su parte, coincide en señalar las arenas movedizas de nuestra realidad política y económica como el atrapante fango para incautos del que se benefician los peores depredadores de la selva. “Vivimos momentos percibidos como de gran incertidumbre, especialmente en dos áreas que han cambiado muchísimo en los últimos tiempos: por un lado el acceso al trabajo y la vivienda, que con las dinámicas actuales se han vuelto extremadamente hostiles para las personas jóvenes, y por otro lado el cambio a mejor de la sociedad, siendo más inclusiva y feminista; lo cual causa que ahora algunos hombres, especialmente jóvenes, tengan la percepción de que conseguir una pareja es mucho más difícil o imposible, simplemente porque ahora las mujeres tienen una libertad de elección que antes no tenían”, explica.
¿Por qué tienen una audiencia tan masculina estos ‘youtubers’? Porque la masculindad hegemónica se basa en que el hombre es autosuficiente, proveedor y ostenta la autoridad racional. Masculinidad Forocoches: un buen carro, un buen sueldo y un buen pene
Elisa García-Mingo
— profesora de Sociología en la UCM
Un bungaló en Tailandia
La tesis del mundo precario como caliente caldo de cultivo para el mesianismo toma cuerpo al tropezarnos con uno de los conceptos más repetidos en el ecosistema gurubró: la libertad financiera. Este lema es el ansiolítico invencible, casi taumatúrgico, de todas las inquietudes contemporáneas. Un Valhala mental con el que soñar para vivir una vida sin esclavitudes, la fantasía autonomista radical donde el único jefe eres tú. Libertad financiera es encontrar el punto de equilibrio basal en el que el dinero deja de suponer esfuerzo y pasa a ser una consecuencia casi meteorológica de tu día a día: cae sobre ti como cae la lluvia, en un flujo tan natural como aproblemático.
Uno de los grandes predicadores de este nirvana económico es Sergio Cánovas Rico, orador de aspecto menos Desokupa que Llados pero de similar calado en redes que imparte en grandes auditorios como el Palacio Vistalegre de Madrid “eventos intensivos de alto impacto”, o sea charlas motivacionales de corte épico-sentimental. Sus conferencias proponen soluciones fáciles a problemas complejos en un caldo estético que mezcla la banda sonora de películas como Gladiator con la lírica de los anuncios de corredurías de seguros. “Hay gente que es libre financieramente y no lo sabe, porque tiene una casa que vale 200.000 euros”, cuenta Canóvas en uno de sus vídeos más compartidos. Y a continuación aporta el consejo que volatiliza los grilletes financieros de la vida del pequeño propietario medio: “Yo digo: ‘Véndela e invierte ese dinero’. 20.000 al año; 2.000 al mes. En Tailandia, un bungaló en frente a la playa vale 250 dólares; te quedan 1.800. Un masaje vale tres dólares, comer vale tres dólares. Vives en el paraíso. Eres libre. ¿Para qué te estás complicando la vida?”
Uno de los conceptos más repetidos en el ecosistema gurubró es ‘libertad financiera’. Encontrar el punto de equilibrio basal en el que el dinero deja de suponer esfuerzo y pasa a ser una consecuencia casi meteorológica de tu día a día: cae como la lluvia
Vestido siempre de negro y peinado con moños trenzados que remiten a la estética de H. R. Giger, Cánovas te invita en su web a energizar el alma con un C.A.F.É., siendo la C de “coach”, la “A” de de “autor”, la “F” de “formador” y la “E” de “emprendedor”. Aunque su mensaje es opuesto al del mundo Llados –él vende positividad como una especie de fuel invisible para el motor del éxito, con claims como “confía en la vida” o “despierta tu héroe interior”–, la fidelidad mariana de su comunidad de adeptos hace saltar algunas alarmas. Su principal activo de venta es, de nuevo, el consuelo.
El psicólogo Ramón Nogueras alerta sobre los peligros de estas prédicas vendidas como inyección moral para las masas. “Un coach es una persona que se ha formado en una disciplina que no tiene validez académica ni empírica”, se lamenta. “Las cosas que el coaching propone que son válidas son tomadas de la psicología, y el resto es filfa. Un coach sólo está avalado por haber pagado dinero para formarse como coach, y cada asociación de coach pone su criterio de lo que es ser coach, lo cual es básicamente inútil”, advierte Nogueras. Sus palabras reabren el viejo debate del intrusismo profesional: ¿hasta qué punto es lícito que los coaches presuman de hacer en un par de sesiones demiúrgicas de fuegos artificiales y charlaTEDismo lo que los profesionales en psicología tardan meses o años de terapia en conseguir?
La guerra del contenido
Lo cierto es que la red, en los últimos años, ha ido dando respuesta urgente a la proliferación del vendehumismo librando la batalla en campo rival. Cada vez son más habituales los perfiles de youtubers o creadores de contenido que tratan de desarticular los discursos embaucadores en las propias redes sociales. Perfiles como Carles Tamayo (famoso por sus reportajes de investigación sobre sectas), La Gata de Schrödinger (divulgadora científica contra el magufismo) o Lord Draugr (especializado en la denuncia de estafas) son ejemplo de esta corriente. Sin embargo, un examen detallado de su caligrafía digital –de su estética, de sus modismos, de las miniaturas de sus vídeos– evidencia que, desde las buenas intenciones, usan una retórica muy similar a los de los charlatanes que denuncian en sus canales. Titulares como Me PERSIGUEN en esta SECTA PELIGROSA, La VERDAD detrás de los dos mayores ESTAFADORES de Internet o Las 5 estafas más ÉPICAS del mundo revelan que las mayúsculas son los esteroides de la investigación online.
Escribir sobre Internet es un aburrido murder mistery donde el villano de verdad es siempre el mismo sospechoso con cara de mayordomo avieso: el contenido, el hambre insaciable de contenido. Que nadie malinterprete esto: no existe equidistancia posible entre una figura que basa su modelo de negocio en la venta de humo y otra que lo hace en, pongamos, el método científico; ahora bien, el molde que Internet ha creado para el triunfo viral de Los Buenos y Los Malos de esta historia es el mismo. Ambos bandos siguen con el dedo la biblia del engagement.
Es la misma disyuntiva en la que se encuentran los medios de comunicación desde su nacimiento. Todos vivimos bajo la dictadura del formato –del titular–, desde el más sensacionalista al más riguroso de los diarios. Y en la red, por alguna razón, estamos viviendo un remake atomizado de las sagradas escrituras, donde a tiempos convulsos se multiplican los oráculos. Para evitar que los descarriados paguen fortunas por palabrería inane o fermenten su malestar en odio quizá haya que someterse a las leyes del algoritmo y convertirse en marca, en marca virtuosa. Cuestión de formato y de competencia. Es necesario que haya Tamayos y Gatas de Schrödinger hablando frente a unos buenos Shures. Es necesario desprogramar. Porque TikTok es hoy la nueva cervecería Hofbräuhaus a la que muchos clientes acuden con el propósito de evadirse y de la que salen con ideas siniestras en la cabeza tras escuchar una perorata. Y una civilización, lo sabemos, empieza siempre a destruirse con un hombre hablando.